Una crónica al ritmo ensordecedor de los mudos

miércoles 25 de marzo de 2009


La noche de los miércoles es decisiva, o tocamos fondo (y cielo) a mitad de semana y hasta el sábado estiramos en automático o fintamos la posibilidad de descarrilamiento y postergamos al fin de semana la necesidad de sacarnos la cabeza. Los Mudos toca miércoles y si hacemos en dos columas un cuadro general de la dinámica culturalnocturna de Buenos Aires el ciclo de La Funesiana va derecho a la columna del haber (elegido el descarrilamiento). Este martes fue feriado así que varios estamos todavía reponiéndonos de los festejos del golpe de Estado -yo misma estoy al fifty-, quizá por eso las personas parecen algo apagadas y recién a las 10 de la noche arranca el ciclo programado para una hora antes. El muchacho del mic es Funes, ¿Qué hace el muchacho del mic parado delante de una guirnalda, con una gorra Renault, en un escenario semivacío iluminado con una luz amarilla que forzaría a la calidez hasta a una marcha nupcial? Anuncia, el tal Funes anuncia.

El ciclo retoma la actividad después del receso estival. La novedad es que se mantienen los sorteos, los premios de hoy son: dos revistas Genios, una bufandita, una lapicera, un lanzaminas, un anotador, otra lapicera y portaminas Renault, varias gorras, un funeskine y dos litros de cerveza. Los premios son una mierda pero sería de idiota no participar de la kermesse: se escriben dos frases y se coloca una en una bolsita, de allí saldrá la frase ganadora; echar el papelito es un camino de ida a la surrealidad. Esta vez las frases deben tener un leit motiv, la frase de Susana: “el que mata tiene que morir”; Funes da una ayudita y sugiere: “el que garcha tiene que acabar”. Parado sobre ese escenario el tipo sigue anunciando: anuncia que lo que vendrá en la noche es la lectura por Jimena Repetto de un texto inspirado en Rocanrol de Sebastián Pandolfelli, anuncia la lectura de Loyds de otro texto que secuela algún libro de la Editorial Funesiana, luego anuncia una nueva sección denominada “catarsis cíclica” -cuya descripción esta cronista no entendió-, y finalmente anuncia, porque este pibe no para de anunciar, que siempre quiso un programa de radio y esta noche lo va a tener.

Un tal Diego sube al escenario y toca en la guitarra algunas baladitas mientras Funes inaugura una nueva sección en la que lee, en forma precoz, las frases antes de hacer el sorteo: “El que tiene un blog que se banque los comentarios”, “El que abraza tiene que besar”, “El que escribe tiene que publicar”, “El guitarrista tiene un gran pene”. El público, de la mano de la última frase empieza a soltarse, el miércoles florece de a poco en los vasos discontinuos, el acusado de biendotado y ahora sonriente toca Piazzolla, bosanova y unas milongas. El público pide The Beatles a los gritos, “¡Penny Lane!”, el guitarrista improvisa, nadie se anima a cantar. Y vuelve el tango.

Más birra. Empanadas vacías. Buen precio.

Otra vez el muchacho de la gorra sube al escenario con papeles, va a leer una versión reducida de un cuento de su autoría. En el prólogo a su lectura cuenta que actuó en una película, “El Bonaerense”, que un poco sobre eso trata el cuento del que va a leer el capítulo 4. Hay una breve intervención del público en el sentido de que el primo de la chica que habla también actuó en esa premiada película. Ah, copado ¿Acá cualquiera se pone a hablar en voz sonante interrumpiendo al del escenario? Sí, la sensación general es que Los mudos es como un carnaval.

El verdadero Funes lee el relato de esos días previos al rodaje y copta a atención de todos, no se sabe si es la luz o la latencia que dejó el vacío de ruido: el tono logrado es íntimo, Funes nos participa de una experiencia siniestra. Entrenamiento actoral para ser policía: “Con vos la pegamos, ¿eh?”, dice el relato.

Cerca de 30 personas a las 23,35 hs. y a Funes sobretodo le sale muy bien la voz de milico. El muchacho del mic ayuda en la difícil tarea de seguir un relato oral engendrado para ser leído, la mente se pierde en una palabra, en un sonido, una mirada que llama; cuán difícil es seguir el relato: “Ya me perdí”, “yo también”, “bueno… shh”. Todos mudos los del público por primera vez, escuchar narrativa no es como escuchar poesía, la comprensión de la primera depende quizás un poco más de la imaginación visual, holística, de quien escucha. Hay que seguir la trama e imaginar el mundo al que refiere, hay-que, mientras ya sabemos que la poesía son retumbes en el vacío, nombres sin cosas.

Funes detalla en tono confesionario y las hojas que sostiene están impresas también del lado de atrás, están recicladas. Todo acá es así, usufructuado al máximo, preciosista con los recursos que se tiene a mano: artesanal, como más adelante dirá Loyds que la Funesiana es: una editorial ar-te-sa-nal.

Baja Funes del escenario y vuelve a subir, sigue le show. Con música de fondo al peor estilo espectáculo de peatonal de la costa bonaerense comienza el sorteo, ¡ni la corneta falta!: “mas blogger serás vos”, “al que le guste el durazno que se banque la pelusa”. El ritmo ensordecedor de los mudos. Cada frase lleva su premio: “el que quiere jugo, que exprima”, “no me preocupan las armas nucleares”, “perdí la virginidad en la oficina de arriba”, “el que toca no baila”, “el que abraza tiene que besar”.

Roxette canta en español. Birra, birra, ¿hola que tal?

Suben al escenario Jimena Repetto, Diego y Sebastián Pandolfeli, cada hombre toma una guitarra, ella sentada en el medio empieza su lectura del texto que le inspiró Rocanrol, el libro que viene con una púa de regalo. Tum, tum, musiquita, la luz cálida de siempre y la colorada Repetto en lectura pausada, precisa, monocorde usa frases como “son patitos de un lago de vanidad”, “hay ciertos códigos que no son leyes sino pactos”, “para ver si por una hendija se asomaba el paraíso”. Este discurso me deprime tontamente, parece un panfleto escrito por una directora de escuela que alecciona moralmente a su alumno “El corcho”, protagonista de Rocanrol. Es como un monólogo pero en segunda, me cuenta Jimena, quise romper el tono coloquial de Rocanrol. Hablo con ella y me convenzo de que el tono maestra ciruela fue un efecto buscado ¿Leíste el libro? me pregunta; no, le respondo; es como Cucurto o Incardona, sugiere; ah, muy actual, le digo.

Entonces la Funesiana: artesanal y actual.

Humo. Birra. Amistades nuevas, mails.

Funes presenta a Loyds, cuenta que trabaja en la editorial, que es como un Funes recargado. Son las 12 y 23 y ahora hay 45 personas. Pronto sube Loyds con una remera de Green Day, la cabeza gacha, el pelo cubriendo los ojos; jugar con adicción al sudoku y escribir el doble de caracteres para una nota son los dos lados de Jano, son las cosas que Loyds dice que le pasan: lo que se chupa por un lado se escupe por el otro. Habla de La Funesiana, ya lo dije, como editorial artesanal, y del pedido de “un texto que te haya inspirado alguna de las lecturas de los libros”, lee rápido, lee bien, es divertido. Hace un metatexto del texto que debió haber escrito y no existe, repasa títulos de la editorial. Juega a perdedor, da para ser su amigo.

Risas. Birra. Fotos. Hola, ¿qué tal?

Ahora sí, el programa de radio: “si la vida te da la espalda, tocale el culo”, dice el conductor que es otro y no más Funes, porque ahora todos nos comimos el cuento y entramos al eter. El público sentado junto a las mesas se transformó mágicamente en oyentes de radio y potenciales llamadas entrantes a la estación. Matías Pitrella es el operador de esta FM que no escatima hitazos.

Llama Alicia de Morón, travesti, desde el lado derecho de la sala. En esta estación hay marginales.

La sombra en los ojos de Funes lo dibuja turbio por más de que no deje de hablar gansadas.

Otro llamado: pareja sin hijos, a él lo nombran planta permanente. En esta estación trabajadores precarizados comentan su ascenso social.

Otro llamado: Tutti frutti animal con R es el juego de esta tanda: “Rinoceronte, ratón, rata, rana”, dice raudo el oyente desde el fondo de la sala justo al lado de la barra. “¡Ehehe!” todos gritamos porque sentimos cuán cerca estamos de alguien con un don: el don del tutti frutti animal ¿Con qué personaje famoso relacionás al rinoceronte? Pregunta el locutor (que es otro, no es Funes), con Terranova, responde el culto oyente. “No, perdiste, dije personaje famoso”, dice el conductor inculto del programa, que no es el conductor del ciclo Los Mudos.

Otro llamado, desde Lugano, misterioso. Animales con C, camello: Victor Sueiro (por la vida en la joroba); cocodrilo: Sofovich (por el cocodrilo en el bolsillo); cabra: María Marta Serra Lima (porque le da para adelante como una cabra); canguro: Pablo Echarri (porque salta de un personaje a otro). Otro oyente rápido, ocurrente, drogado.

El siguiente llamado es “Diego, el entrenador del combinado nacional” que cuenta que su hijo Benjamín debe su nombre a Walter Benjamín, un filósofo de moda hace mucho. El Diego pide un tema: “Noches mágicas”, la canzonetta del Mundial 90, pero Pitrella –el sonidista mudo- no lo pone, porque somos gente actual. Ya se dijo: artesanal y actual.

Otro llamado: la chica colombiana de la barra se perdió en la traducción, nunca jugó al tutti frutti y tiene un conjunto de soplones que le dan apoyo. Es divertida, la cosa boba de decir cualquier cosa siempre tiene éxito masivo, y si no fíjense en Susana y la cantidad de rocanrol discursivo que creó con una frasecita inocente.

Más birra, aún más. Y todavía quedan los sorteos de las cervezas. Gana dos veces la misma chica, ella dice que la va a compartir con los casi 50 que somos, “¡Colectivización de la cerveza!”, grita un entusiasta.

“Olvidemos que esto pasó” es la última frase que ganó.


*

1 comentario:

Vivian dijo...

Ja. Me causa esta crónica. Es raro como dos personas pueden estar en un mismo lugar y ver dos cosas totalmente distintas. Acá va mi crónica personal de los hechos:

A mí lo que más me gustó fue la lectura de Jimena Repetto con esas guitarras acompañandola. Para mí fue el texto más fácil de llevar. No es que los demás fueran malos pero fue el más sintético y el que tenía más forma escenicamente. Lejos de que su tono me pareciera monocorde sentí que le ponía mucha pasión. Pasión en la voz. Ella es así.

En lo demás coincideremos, ponele: Las empanadas estaban a un buen precio. Funes como conductor se destaca.

No había chicos lindos.

Me fuí a dormir temprano porque tenía que escribir al otro día.

Mi frase era:



"Los mudos no paran de hablar".



Pero no gané nada.