La verdad que las chicas se pusieron el evento al hombro y lo sacaron como por un tubo. Al final, siempre pasa lo mismo con estos eventos hechos a pulmón, pasa que no llegás a horario o no llegás con el micrófono o no llegás con el cable o no llegás con la mesa o no llegás... quisiera tener el problema de ser precoz.
Pero no.
Los Mudos no son precoces. Son procaces.
Y las chicas a la cabeza.
Y las chicas a la cabeza.
Marina que se arengó a la tropa con la gripe galopante que soportaba con altura. Su mesa la más grande oyó atentamente y no como pasó otras veces.
Natalia que hizo suspirar a un par de chicos y chicas con su musculosa blanca.
Y Paula que sorprendió a todos desde lo alto de una mesa, para leer y actuar con su pianista invitado.
Los sorteos y demás atributos que tiene Los Mudos estuvo en su punto justo. El cuento de Félix fue a capella y con orgullo. Porque está bien. A mí me gustó. Y leerlo con Félix enfrente fue más intenso todavía. ¿Para qué leés vos, Funes? Está Félix, dáselo... decían. Y no. Quiero leerlos para que otros lo escuchen. Para que otros queden Mudo. Félix y yo ya somos mudos.
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