Mucho más que dos

Marina Kogan estuvo ahí cronicando la fecha.

Es cierto, pasó un montón de tiempo, casi dos meses, y Funes (me parece) está un poco enojado (con razón). Fue un quince de abril. Ahí en la calle Moreno, donde se hace siempre.

Salí de casa con un poco de fiaca. Ya era tarde y (no recuerdo bien) quizá hacía frío, aunque el verano se extendió hasta hace poco, con unos días frescos apenas intercalados con los que superaban esos veinte grados deseados para la benevolencia de un día de otoño.

Cuando llegué, saludé a unas chicas y me fui al fondo, a la barra. Ahí estaba Funes. Pedimos una cerveza y comí una empanada (creo, tampoco recuerdo bien). Después sí, seguro, me senté con las chicas tamarisco y comí una picada con Sonia. Saludé a algunos, creo, pero no recuerdo bien a quiénes.

Llegaron los lectores. La lectura empezó. Yo escuchaba sumergida en una especie de melancolía: me remonté al veraño del año ´98, cuando conocí a Linne, colaborador de una revista adolescente que yo editaba por entonces. Los dos teníamos pelo largo y dieciséis años. A Gómez lo conocí poco después (yo creo que él no se acuerda), en verano del ´99 cuando ambos hicimos el taller de verano que daba Paszkowski en el Rojas. En ese momento, también, los dos teníamos pelo largo, y yo diecisiete. Gómez, no sé.

Escuché entre los recuerdos y la consigna de Funes: Consejos para el Padre Grassi antes de entrar a la cárcel. Supongo que una cosa (la consigna, la lectura, las conversaciones) sucedió tras otra, pero en el recuerdo se borronean en el humo del lugar (¿se podía fumar o lo estoy inventando? Había clima de fumar, eso seguro).

Linne leyó sobre Urman; Gómez sobre Terrasa. Todos pakokis pienso y me doy cuenta que no sé cómo se escribe. Ambos escritores sobre los que estos otros dos escritores escribieron sus textos eran ya, en el 2000, chicos destacados de ese taller al que íbamos todos. Después se hicieron amigos. Los textos tienen esa gracia particular de cada uno (las improvisaciones de Gómez, ese estilo tan Linne que no tartamudea al leer -¿me explican ese fenómeno?) y el efecto de un gran chiste interno que nosotros, los que estamos ahí, podemos entender y festejar. Dicen que las lecturas a veces resultan endogámicas. Esta edición de Los mudos, sin duda lo es. Lo bueno es que no pretende ser otra cosa. Si el tiempo hará cierta justicia o injusticia con el destino de los textos (Urman, Terrasa, en este caso) por qué no disfrutar en tiempo presente de la lúcida lectura que permite la amistad.
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